*El paisaje desolador qur iba encontrando a cada instante, le guiaba hacia su tierra.
Donde antaño hubo verdes praderas y ríos de abundante caudal,ahora solamente se veía muerte y olvido.
Los árboles quemados,alzaban sus negras y desnudas ramas hacia el cielo en un gesto de agonía.El terror se había adentrado tanto en sus raíces que en las devastadas aldeas más próximas, se habían oído sus gritos de dolor.
La fauna del lugar había desaparecido.
Líonërz,recordó aquellas largas mañanas de caza.
-Al alba partiremos en dirección a los bosques Pinamord-le había dicho su padre mientras terminaba de tallar un formidable arco de madera de encina.
Entregándoselo y con el semblante más serio que Líonërz le había visto nunca le recordó lo siguiente:
-No temas nunca a nada ni a nadie,y te harás digno de él.
Su padre,había servido en los ejércitos del actual rey dándalo,Yeiko,tataranieto de la reina Ménade.
Tanta había sido la euforia que su padre vivió en aquellos tiempos que,rara era la noche que Líonërz,desde su cama,no le oía hablar en sueños.
Ataques,victorias...derrotas...recuerdos que florecían con la luna.
Todo cambió aquel día en el que el cielo se tiñó de sangre.Volvía a escuchar a su padre gritar,pero esta vez no soñaba.
De repente todo fue oscuridad y,después,lady Alaya.
-¿Cómo se encontraría?-pensó.
Algo extraño había sentido con aquella mujer.No era un deseo carnal,sino,algo mucho más allá.
Con ella,las palabras se escapaban de su boca con una fluidez a la que no acostumbraba.Sentía,que al hablar con ella se le quitaba de encima todo el polvo acumulado durante aquellos fatídicos días olvidados.Con ella,se sentía menos culpable por no recordar,y,sus heridas,incluida la del cuello,sanaban rapidamente.
Quizá,fueron aquellas interminables conversaciones,o el miedo a someterse a la fuerza que le empujaba hacia Alaya,las que le hicieron marchar de aquel lugar.
De nombre amor,o cariño y de apellido dolor y traición.No podía permanecer junto a ella.No era digno de aquel arco.
*El segundo sol desde la partida,se escondía lentamente tras los montes Quärol.Tras ellos,se encontraría su hogar.
Las dudad de nuevo sacudieron su cabeza.
-¿Quedaría algo de lo que un día fue Záiron?-pensó.Así lo ansiaba.
Sin apenas darse cuenta,la noche,arrebató el puesto a su sombra.
-Sería conveniente descansar-se dijo.
No a muchos pies,divisó la entrada norte de la ciudad de Sirkel.
Desmontó de Maa Kheru,su negra montura,y paso a paso cayó en la cuenta,de que la ciudad se encontraba en la más absoluta oscuridad.
Las altísimas almenas que descansaban a ambos lados de la puerta norte tenían sus fuegos apagados.Algo que,según Líonërz,se escapaba de lo habitual.
Oteando el lugar cual conejo asomándose por su madriguera,desenfundó su pequeña daga y se decidió a entrar.
Que distinta aquella imágen a la de los bosques de Duärlek...
Un suelo plagado de cadáveres calcinados se extendía por toda la ciudad.
Hombres,mujeres,ancianos,niños...todos reposaban para siempre en aquel tétrico lugar.
Sorteando como puedo los cuerpos mutilados,y,cerciorándose de que Maa Kheru así lo hiciera tambien,cruzó la ciudad en dirección suroeste en busca de lo que antaño fue la Torre de los Justificados.
Una altísima construcción de piedra blanca acabada en gigantescos pináculos,que servía tanto de sala de audiencias como de morada de Leocald,rey del reino de Conclavia.
Las gran puerta afilada de madera roja se encontraba abierta de par en par.
Líonërz no lo dudó un momento.Se encaminó hacia el interior.
Tapices de seda traídos del reino de Térramis,desprendían aún el humo negro de la derrota.Todo se encontraba fuera de su lugar y arrasado por las llamas.
Ni rastro de Leocald.
La idea estúpida de que se encontrase en sus aposentos le hizo dirigirse hacía la escalera de caracol que se retorcía en la esquina derecha del gran hall de la Torre.Más unas roncas respiraciones tras su espalda le hicieron desistir de su propósito.
Desenfundando la roja daga con una rápidez extraordinaria,sus ojos se toparon con un gran grupo de tatalos que le observaban con las órbitas a punto de estallar.
La evasiva nunca había sido su compañera.
-Nunca tengas miedo de nada ni de nadie-se recordó,y,acto seguido,decidió plantarles cara.
Sabía que aquellas horripilantes criaturas serían lo último que vería.
Pensó en Alaya,en todo lo que no la supo decir.La muerte era su castigo por como actuó con ella.
Él mismo sabía ,que nunca la habría dejado morir en aquel sendero...
domingo, 22 de marzo de 2009
jueves, 19 de marzo de 2009
TIERRAS (CAPÍTULO II)
*La sopa comenzaba a hervir.La jóven,se disponía a cortar los rábanos cuando,por un momento,un gemido distrajo toda su atención.
El Caballero de Ojos tristes como ella le llamaba,comenzaba a despertarse.
Alaya,recordó que,cuando comenzó a quitarle las botas para tumbarlo en la cama,deparó en unos extraños medallones que,a modo de hebillas se encontraban en los extremos exteriores de las mismas.
Los ojos de la muchacha se pararon en el extraño símbolo que los forjaba.
Un escorpión y un arco.
Lo más curioso de aquellos medallones era el hecho de que el escorpión era el que con su cola formaba el arco y se servía de su peligroso aguijón como flecha.
Una única palabra grabado en la parte inferior de los redondos medallones permitía darles un nombre:
"LEIREH"
Mientras Alaya volvía de nuevo a sus propios pies,pudo comprobar que,según se aproximaba,aquel caballero echaba su mano a la cadera en busca de,según pensó ella,la daga roja que colgaba de un negro cinturón que le quitó al tumbarle.
Al no encontrarla,el caballero intentó levantarse nervioso.
-¡No Caballero!-exclamó Alaya.
El dolor tan intenso que sintío apenas le permitió mantener la consciencia.Cayó pesadamente contra la cama.
-No os levanteis pues vuestro cuello aún se queja.No temais.Os encontré hace dos mañanas en un sendero de la llanura de Eastfart gravemente herido.Vuestro hermoso corcel fue quien me llevó hasta vos.Lo encontré pastando no muy lejos de vuestro paradero y decidí seguirle.Fue entonces cuando os traje aquí-argumentó Alaya.
Él se dispuso a hablar comprobando,horrorizado que no podía.
-No habléis aún-volvió a decir-.Vuestra herida debe descansar.Veréis como en breve,ella misma os incitará a hacerlo.
El agua de la vieja olla de hierro interrumpió aquel instante.Comenzó a derramarse descaradamente.
Alaya,observando la escena, se levantó lentamente y se encaminó hacia el fuego.
A pesar del incipiente dolor,el jóven la observó alejarse.
Adivinó que tras aquel sencillo vestido verde se escondían unos pechos voluptuosos y unas estilizadas caderas.
Así mismo,en un fugaz vistazo por la casa pudo comprobar que se trataba de una estancia de madera rectangular.Al fondo un pequeño horno de hierro desgastado por los años.Frente a él,y cubriendo el centro de la casa,una mesa con dos sillas hermosamente talladas.Cestos y flores decoraban el resto de la estancia hasta llegar donde estaba él.Levantando, cauteloso por el dolor, la cabeza levemente supo que la cama de paja era la que ponía fin al lugar.Se encontraba en un esquinazo coronada por un cabecero de madera y vestida con una sábana blanca.
Cayó en la cuenta de que la muchacha le había cedido su lecho por lo que,muy probablemente,el frío suelo había sido su compañero de sueños.
Una nueva punzada de dolor le prohibió seguir imaginando.Cerró los ojos.
Alaya,una vez hubo terminado la sopa,la vertió en dos boles pequeños de barro ambos con dos cucharas y,cogiendo uno se encaminó de nuevo hacia él.
-Se bien que el apetito en este momento no llama a vuestro estómago,más debéis comer algo-dijo ella mientras dirigía una cuchara cargada a su boca.
La primera cucharada le hizo estremecerse de dolor.El ardiente líquido rozaba su garganta sin piedad alguna.
Alaya sonrió imperceptiblemente.
-Entiendo que os duela,-dijo-más debéis comer.
Diciendo esto,volvió a llenar la cuchara de madera acercándosela nuevamente.
*El sol se despertaba dejando tras de sí un incipiente frío.
Alaya contaba ya ocho lunas desde que encontró a aquel extraño caballero en el Sendero Verde.
Sus rasgos perfectos,sus vestiduras....sus ojos.Aquellos ojos rivales del mismo cielo que hablaban aún sin tener voz,más que callaban el nombre del jóven.
Cuán mayor era la rareza de aquel hombre,mayor las ganas de saber de él.
Sentada frente al río,intentaba imaginar su voz.
Su distraída cabeza reposó de nuevo en sus hombros al percibir pasos tras de sí.
Giró bruscamente y encontró de nuevo el azul en un cielo aún sin luz.
Sonrió y dirigió una vez más sus ojos al río.
El Caballero de Ojos tristes se sentó junto a ella.
Como si de una brisa de aire fresco se tratase,una ronca voz muy pausada se escapó entre los labios del jóven.
-Gracias-se limitó a decir,con los ojos clavados en la lejanía.
-No se merecen-respondió Alaya dibujando una sonrisa en su hermosa boca-Actué como vos los hubierais hecho en mi lugar.
-¿Tan segura estáis de vuestras palabras para afirmar tal cosa?-se precipitó a decir él
-¿Vos me hubieseis dejado morir en aquel sendero acaso?
-Posiblemente-respondió el jóven tras un prolongado silencio.
Alaya,desconcertada ante aquella inesperada respuesta,e incómoda ante su propia estupidez,hizo ademán de levantarse.
-Líonërz-dijo de repente él.
-¿Disculpad?-contestó Alaya aún molesta.
-Mi nombre es Líonërz.
-Alaya-respondió ella mientras esbozaba una pequeña sonrisa.
*Tras veinte lunas de la llegada,Alaya seguía desconcertada ante el Caballero de Ojos tristes de nombre Líonërz.
Al preguntarle por su procedencia,él se había aventurado a decir lo siguiente:
-De Záiron vengo mi lady.Soles de oro y lunas de plata bañan sus costas.Tierras del sur con bosques salvajes que no encuentran final.Allí los varones son fuertes y las damas valientes y hermosas.
Mientras Líonërz hablaba,ella pudo por fín disitinguir aquello que lunas atrás no podía.Esos ojos reflejaban tristeza y añoranza más allá de lo que un hombre,tartalo,gnomo o dándalo podía imaginar.
Una diminuta fractura en el interior de una gran aguamarina.
Nunca oyó hablar de aquellas tierras.Supuso,se encontrarían más allá del reino de Conclavia y,pudo adivinar,que aquel jóven no era un hombre.
-Soy dándalo-la había dicho Líonërz un día.
Conocía aquella raza.Arqueros de la cuna a la tumba,que antaño se alzaban muy por encima de los hombres.Muchos de ellos creyeron ser sabios cuando aún no lo eran y provocaron una división de creencias,que llevó a los dándalos a abrir una gran grieta entre dos bandos.Uno de ellos estaba compuesto por los fieles a la reina Ménade,y,el otro,por aquellos que habían decidido seguir al orador conocido como Marlo.
Ambos grupos se enfrentaron en una gran batallas que fue conocida de padres a hijos como la Batalla de los Soles.Ésta supuso practicamente la extinción de la raza dándala.
Los pequeños grupos de supervivientes que quedaron tras la sangrienta lucha,se unieron de nuevo jurando lealtad a Ménade y,a partir de entonces,su florecimiento a lo largo de los siglos, ha sido lento pero continuado.
*Alaya supo que el momento había llegado.
Una sola mirada de Líonërz la había sumido de nuevo en su infinita soledad.
Aquel hombre de palabras contadas,había iluminado su vida más que las veinte lunas que los acompañaron.Esos silencios infinitos,retumbaban más allá de los Montes Quärol.El horizonte se dejaba hipnotizar por la suave melodía que desprendían.
Una despedida sin apenas palabras en la que,muchas cosas debieron de haber sido dichas.
Una lágrima serpenteante que fue a morir a la boca de una mujer.
Un adiós plagado de silencios con una única entonación:"Gracias".
Y así fue.Aquellos ojos tristes se perdieron en la lejanía con el único recuerdo de un beso sellado en una mano.
El Caballero de Ojos tristes como ella le llamaba,comenzaba a despertarse.
Alaya,recordó que,cuando comenzó a quitarle las botas para tumbarlo en la cama,deparó en unos extraños medallones que,a modo de hebillas se encontraban en los extremos exteriores de las mismas.
Los ojos de la muchacha se pararon en el extraño símbolo que los forjaba.
Un escorpión y un arco.
Lo más curioso de aquellos medallones era el hecho de que el escorpión era el que con su cola formaba el arco y se servía de su peligroso aguijón como flecha.
Una única palabra grabado en la parte inferior de los redondos medallones permitía darles un nombre:
"LEIREH"
Mientras Alaya volvía de nuevo a sus propios pies,pudo comprobar que,según se aproximaba,aquel caballero echaba su mano a la cadera en busca de,según pensó ella,la daga roja que colgaba de un negro cinturón que le quitó al tumbarle.
Al no encontrarla,el caballero intentó levantarse nervioso.
-¡No Caballero!-exclamó Alaya.
El dolor tan intenso que sintío apenas le permitió mantener la consciencia.Cayó pesadamente contra la cama.
-No os levanteis pues vuestro cuello aún se queja.No temais.Os encontré hace dos mañanas en un sendero de la llanura de Eastfart gravemente herido.Vuestro hermoso corcel fue quien me llevó hasta vos.Lo encontré pastando no muy lejos de vuestro paradero y decidí seguirle.Fue entonces cuando os traje aquí-argumentó Alaya.
Él se dispuso a hablar comprobando,horrorizado que no podía.
-No habléis aún-volvió a decir-.Vuestra herida debe descansar.Veréis como en breve,ella misma os incitará a hacerlo.
El agua de la vieja olla de hierro interrumpió aquel instante.Comenzó a derramarse descaradamente.
Alaya,observando la escena, se levantó lentamente y se encaminó hacia el fuego.
A pesar del incipiente dolor,el jóven la observó alejarse.
Adivinó que tras aquel sencillo vestido verde se escondían unos pechos voluptuosos y unas estilizadas caderas.
Así mismo,en un fugaz vistazo por la casa pudo comprobar que se trataba de una estancia de madera rectangular.Al fondo un pequeño horno de hierro desgastado por los años.Frente a él,y cubriendo el centro de la casa,una mesa con dos sillas hermosamente talladas.Cestos y flores decoraban el resto de la estancia hasta llegar donde estaba él.Levantando, cauteloso por el dolor, la cabeza levemente supo que la cama de paja era la que ponía fin al lugar.Se encontraba en un esquinazo coronada por un cabecero de madera y vestida con una sábana blanca.
Cayó en la cuenta de que la muchacha le había cedido su lecho por lo que,muy probablemente,el frío suelo había sido su compañero de sueños.
Una nueva punzada de dolor le prohibió seguir imaginando.Cerró los ojos.
Alaya,una vez hubo terminado la sopa,la vertió en dos boles pequeños de barro ambos con dos cucharas y,cogiendo uno se encaminó de nuevo hacia él.
-Se bien que el apetito en este momento no llama a vuestro estómago,más debéis comer algo-dijo ella mientras dirigía una cuchara cargada a su boca.
La primera cucharada le hizo estremecerse de dolor.El ardiente líquido rozaba su garganta sin piedad alguna.
Alaya sonrió imperceptiblemente.
-Entiendo que os duela,-dijo-más debéis comer.
Diciendo esto,volvió a llenar la cuchara de madera acercándosela nuevamente.
*El sol se despertaba dejando tras de sí un incipiente frío.
Alaya contaba ya ocho lunas desde que encontró a aquel extraño caballero en el Sendero Verde.
Sus rasgos perfectos,sus vestiduras....sus ojos.Aquellos ojos rivales del mismo cielo que hablaban aún sin tener voz,más que callaban el nombre del jóven.
Cuán mayor era la rareza de aquel hombre,mayor las ganas de saber de él.
Sentada frente al río,intentaba imaginar su voz.
Su distraída cabeza reposó de nuevo en sus hombros al percibir pasos tras de sí.
Giró bruscamente y encontró de nuevo el azul en un cielo aún sin luz.
Sonrió y dirigió una vez más sus ojos al río.
El Caballero de Ojos tristes se sentó junto a ella.
Como si de una brisa de aire fresco se tratase,una ronca voz muy pausada se escapó entre los labios del jóven.
-Gracias-se limitó a decir,con los ojos clavados en la lejanía.
-No se merecen-respondió Alaya dibujando una sonrisa en su hermosa boca-Actué como vos los hubierais hecho en mi lugar.
-¿Tan segura estáis de vuestras palabras para afirmar tal cosa?-se precipitó a decir él
-¿Vos me hubieseis dejado morir en aquel sendero acaso?
-Posiblemente-respondió el jóven tras un prolongado silencio.
Alaya,desconcertada ante aquella inesperada respuesta,e incómoda ante su propia estupidez,hizo ademán de levantarse.
-Líonërz-dijo de repente él.
-¿Disculpad?-contestó Alaya aún molesta.
-Mi nombre es Líonërz.
-Alaya-respondió ella mientras esbozaba una pequeña sonrisa.
*Tras veinte lunas de la llegada,Alaya seguía desconcertada ante el Caballero de Ojos tristes de nombre Líonërz.
Al preguntarle por su procedencia,él se había aventurado a decir lo siguiente:
-De Záiron vengo mi lady.Soles de oro y lunas de plata bañan sus costas.Tierras del sur con bosques salvajes que no encuentran final.Allí los varones son fuertes y las damas valientes y hermosas.
Mientras Líonërz hablaba,ella pudo por fín disitinguir aquello que lunas atrás no podía.Esos ojos reflejaban tristeza y añoranza más allá de lo que un hombre,tartalo,gnomo o dándalo podía imaginar.
Una diminuta fractura en el interior de una gran aguamarina.
Nunca oyó hablar de aquellas tierras.Supuso,se encontrarían más allá del reino de Conclavia y,pudo adivinar,que aquel jóven no era un hombre.
-Soy dándalo-la había dicho Líonërz un día.
Conocía aquella raza.Arqueros de la cuna a la tumba,que antaño se alzaban muy por encima de los hombres.Muchos de ellos creyeron ser sabios cuando aún no lo eran y provocaron una división de creencias,que llevó a los dándalos a abrir una gran grieta entre dos bandos.Uno de ellos estaba compuesto por los fieles a la reina Ménade,y,el otro,por aquellos que habían decidido seguir al orador conocido como Marlo.
Ambos grupos se enfrentaron en una gran batallas que fue conocida de padres a hijos como la Batalla de los Soles.Ésta supuso practicamente la extinción de la raza dándala.
Los pequeños grupos de supervivientes que quedaron tras la sangrienta lucha,se unieron de nuevo jurando lealtad a Ménade y,a partir de entonces,su florecimiento a lo largo de los siglos, ha sido lento pero continuado.
*Alaya supo que el momento había llegado.
Una sola mirada de Líonërz la había sumido de nuevo en su infinita soledad.
Aquel hombre de palabras contadas,había iluminado su vida más que las veinte lunas que los acompañaron.Esos silencios infinitos,retumbaban más allá de los Montes Quärol.El horizonte se dejaba hipnotizar por la suave melodía que desprendían.
Una despedida sin apenas palabras en la que,muchas cosas debieron de haber sido dichas.
Una lágrima serpenteante que fue a morir a la boca de una mujer.
Un adiós plagado de silencios con una única entonación:"Gracias".
Y así fue.Aquellos ojos tristes se perdieron en la lejanía con el único recuerdo de un beso sellado en una mano.
miércoles, 18 de marzo de 2009
TIERRAS (CAPÍTULO 1)
*La mañana era cálida.
Una vez más,Alaya,con su cesta de mimbre al hombro,salía temprano a recoger las moras antes que,los hijos del herrero,dieran buena cuenta de ellas.Recogería suficientes para una mermelada duradera.
Cuando llegó al río,Arthur,el mayor de los hijos del herrero llevaba en su abultada camisa blanca más moras de las que ella podría recoger en dos mañanas.
"Es un crío egoísta"-pensó Alaya.Realmente odiaba a ese chiquillo.
Arthur,de cabellos rojizos cual fuego y ojos marrones como la tierra,era un niño de buena estatura.A sus once años de edad era más alto que Alaya y,según pensaba ella,podría llegar a ser un jóven bien parecido si gastase más esfuerzos en ayudar a su padre en la herrería que en comer tantas moras.
A regañadientes y maldiciendo al chiquillo,la jóven avanzó hacia las zarzas para evitar aquel saqueo.
Una vez hubo llenado su cesta,no sin antes haberse magullado las manos,partió rumbo al bosque.Más allá de los grandes techos que formaban las ramas y las hojas de los árboles,,junto al nacimiento del río Berlanmord,se encontraba su hogar.
Una pequeña casa de madera y piedra que jugaba al escondite con los aldeanos de la cercana Düarlek.
Caminando por el Sendero Verde,bautizado así por ella misma,pudo divisar,pastando no a muchos pies,una negra y voluminosa figura.
Se detuvo intentando fijar los ojos en lo que,a su parecer,se asemejaba a un animal de montura.
Poco a poco,se fue acercando sigilosamente pudiendo así comprobar que estaba en lo cierto.
A medida que avanzaba distinguía con mayor claridad un formidable corcel de guerra azabache ataviado con exquisita montura blanca.
Sus sigilosos pasos descuidaron su silencio y el crujir de una rama seca se escapó bajo los píes de Alaya.
El animal,al oír aquel inesperado crujido huyó atemorizado campo a través con la misma rapidez que un halcón se lanza hacia su presa.
La muchacha no lo dudó un momento.Como si una fuerza sobrehumana la incitase a ello,dejó su cesta de mimbre en la hierba y echó a correr en busca del negro corcel.
Su respiración,entrecortada por el esfuerzo del galope del caballo,se paró subitamente por un momento.
Tras un gran abedul, pudo vislumbrar una figura yaciente,que,respondía,a un ser de buena altura.
La misma oscuridad del animal caía sobre las ropas de aquel individuo.
Alaya tuvo miedo,"¿No sería acaso un tartalo?"pensó.
No podía serlo.Los tartalos,nacidos del mismísimo lodo,eran criaturas repugnantes que,jamás vestirían de aquella forma.
Sin darse apenas cuenta se encontró a escasos pasos del cuerpo.
La euforia y el alivio de descubrir que se trataba de un jóven de no muchas más primaveras que las suyas,se desvaneció fugazmente.
En el cuello de aquel hombre una gran herida cruzaba bruscamente de la garganta a la nuca.
Alaya,en un principio imaginó que la muerte sería la única respuesta de aquel cuerpo,pero,un casi inaudible gemido la hizo darse cuenta de su error.El jóven aún vivía.
Muy despacio,se agachó junto a él,y,con la más absoluta delicadeza se dispuso a voltearle para colocar su espalda enfrentada contra la hierba.En ese momento,el caballero abrió los ojos y,cogiéndola firmemente del brazo izquiero la miró fijamente.Acto seguido se desvaneció.
En un esfuerzo descomunal y haciendo acopio de su astucia,Alaya consiguió hacerse con las riendas del caballo y se dispuso a subir al extraño caballero a su montura.
El camino se mostraba más largo de lo habitual.
Los pensamientos le inundaban.Quién sería el apuesto jóven le intrigaba,pero,más aún sus ojos.
Jamás había visto unos ojos como aquellos.Esa mirada,aunque fugaz,había mostrado algo a Alaya que aún,no se podía explicar.Un secreto,grabado a fuego que a punto estuvo de quemarla a ella también.
Una vez más,Alaya,con su cesta de mimbre al hombro,salía temprano a recoger las moras antes que,los hijos del herrero,dieran buena cuenta de ellas.Recogería suficientes para una mermelada duradera.
Cuando llegó al río,Arthur,el mayor de los hijos del herrero llevaba en su abultada camisa blanca más moras de las que ella podría recoger en dos mañanas.
"Es un crío egoísta"-pensó Alaya.Realmente odiaba a ese chiquillo.
Arthur,de cabellos rojizos cual fuego y ojos marrones como la tierra,era un niño de buena estatura.A sus once años de edad era más alto que Alaya y,según pensaba ella,podría llegar a ser un jóven bien parecido si gastase más esfuerzos en ayudar a su padre en la herrería que en comer tantas moras.
A regañadientes y maldiciendo al chiquillo,la jóven avanzó hacia las zarzas para evitar aquel saqueo.
Una vez hubo llenado su cesta,no sin antes haberse magullado las manos,partió rumbo al bosque.Más allá de los grandes techos que formaban las ramas y las hojas de los árboles,,junto al nacimiento del río Berlanmord,se encontraba su hogar.
Una pequeña casa de madera y piedra que jugaba al escondite con los aldeanos de la cercana Düarlek.
Caminando por el Sendero Verde,bautizado así por ella misma,pudo divisar,pastando no a muchos pies,una negra y voluminosa figura.
Se detuvo intentando fijar los ojos en lo que,a su parecer,se asemejaba a un animal de montura.
Poco a poco,se fue acercando sigilosamente pudiendo así comprobar que estaba en lo cierto.
A medida que avanzaba distinguía con mayor claridad un formidable corcel de guerra azabache ataviado con exquisita montura blanca.
Sus sigilosos pasos descuidaron su silencio y el crujir de una rama seca se escapó bajo los píes de Alaya.
El animal,al oír aquel inesperado crujido huyó atemorizado campo a través con la misma rapidez que un halcón se lanza hacia su presa.
La muchacha no lo dudó un momento.Como si una fuerza sobrehumana la incitase a ello,dejó su cesta de mimbre en la hierba y echó a correr en busca del negro corcel.
Su respiración,entrecortada por el esfuerzo del galope del caballo,se paró subitamente por un momento.
Tras un gran abedul, pudo vislumbrar una figura yaciente,que,respondía,a un ser de buena altura.
La misma oscuridad del animal caía sobre las ropas de aquel individuo.
Alaya tuvo miedo,"¿No sería acaso un tartalo?"pensó.
No podía serlo.Los tartalos,nacidos del mismísimo lodo,eran criaturas repugnantes que,jamás vestirían de aquella forma.
Sin darse apenas cuenta se encontró a escasos pasos del cuerpo.
La euforia y el alivio de descubrir que se trataba de un jóven de no muchas más primaveras que las suyas,se desvaneció fugazmente.
En el cuello de aquel hombre una gran herida cruzaba bruscamente de la garganta a la nuca.
Alaya,en un principio imaginó que la muerte sería la única respuesta de aquel cuerpo,pero,un casi inaudible gemido la hizo darse cuenta de su error.El jóven aún vivía.
Muy despacio,se agachó junto a él,y,con la más absoluta delicadeza se dispuso a voltearle para colocar su espalda enfrentada contra la hierba.En ese momento,el caballero abrió los ojos y,cogiéndola firmemente del brazo izquiero la miró fijamente.Acto seguido se desvaneció.
En un esfuerzo descomunal y haciendo acopio de su astucia,Alaya consiguió hacerse con las riendas del caballo y se dispuso a subir al extraño caballero a su montura.
El camino se mostraba más largo de lo habitual.
Los pensamientos le inundaban.Quién sería el apuesto jóven le intrigaba,pero,más aún sus ojos.
Jamás había visto unos ojos como aquellos.Esa mirada,aunque fugaz,había mostrado algo a Alaya que aún,no se podía explicar.Un secreto,grabado a fuego que a punto estuvo de quemarla a ella también.
miércoles, 11 de marzo de 2009
LETRAS DEL PASADO
Rescatando letras de un viejo cajón.
Siempre existió ese abismo que tarde o temprano tenía que aparecer de verdad. Tenía miedo del rechazo que sabía que iba a experimentar pero consiguió vencerlo.
Venció todo porque sabía que era lo que quería, lo que amaba y lo que realmente la llenaba.
Llegado a este punto, con veintiún años no iba a cambiar y ella lo sabía. Calaveras...¡SÍ! ¡CALAVERAS HASTA EN LAS BRAGAS!. Quería gritar tan alto...necesitaba que la oyeran, que la escucharan, que le daba igual el mundo que ellos habían creado para que viviese en él, que no necesitaba esa absurda máscara de mediocridad que todo el mundo solía llevar, para sentirse verdaderamente libre.
Oía gritos y más gritos contra ella pero jamás le importó, jamás le importó cualquier tipo de insluto, cualquier rechazo o cualquier mirada desagradable ¿Y qué? ¿Y qué? ¡¿Y qué?!.
En el fondo lloraba de rabia e impotencia sabiendo que no llegaría a ser plenamente feliz jamás. No había nacido ni en el lugar ni en el momento adecuado, y continuamente, día tras día se lo hacían saber...día tras día.
Era fuerte, muy fuerte y tremendamente poderosa. Era una puta diosa entre la mediocridad del parecer sin ser y del ser pareciendo.
Lloraba y reía al unísono, primero de rabia y tristeza por su suerte y segundo...por la siempre anestesiante ingeniuidad del resto.
No había momento del día en el que no se preguntase que por qué ella y que por qué allí pero en el fondo...había pequeños resquicios...pequeñas sonrisas que siempre le hacían darse cuenta de que amaba a muy pocos, pero, que a esos pocos, los amaba con locura y mataría por ellos. Siempre, por siempre.
¿Por qué seguía llorando? ¿Qué era lo que realmente añoraba de verdad? ¿Era amor?...No, jamás añoró el amor...jamás hasta el punto de enloquecer por él, hasta el punto de no saber respirar un aire impuro que poco a poco todos le quitaban...
¿Era una familia de verdad? ¿Una familia unida mucho más allá de las depresiones, los daños y los gritos? ¿Añoraba quizá a los niños?...Llegó un punto en el que dejó de preguntarse pues jamás se podría contestar...
Todas las respuestas llevaban a un punto, que ella misma creía erróneo. A ese punto de odio haia ella misma, a ese punto de no mirarse a un espejo por ese miedo atroz de dejar de ser quien era...ese miedo a la soledad que traería consigo una decisión final. Se odiaba tanto que, el propio odio la amaba con locura.
Escuchaba día a día ese violín que chirriaba demasiado en sus oídos y que poco a poco ensordecía su propio silencio.
No aguantaba ese asqueroso amanecer que siempre llega tras la noche, ese duerme-vela continúo de un alma que nunca aprendió a soñar, que siempre quiso pero que jamás la enseñó nadie.
Odiaba los sueños, odiaba ese mundo hipnótico mezcla de fantasía y abstracción que tanto daño le hizo antaño...No podía soportar dormir, no podía aguantarlo.
La habitación, tan sumida en la penumbra arremetía pared por pared contra ella...y no podía escapar...jamás escaparía...lo sabía.
Sabía que terminaría por dejar atrás todo lo que había creido, no había conseguido jamás nada de lo que quería y se empezaba a concienciar de que todo estaba contra ella.
Veía su final, sabía cual era pero en el fondo...era una cobarde...una jodida cobarde que se mentía para disfrazar su realidad pero que siempre dejaba salir la verdad desde la más oscura cueva.
No aguantaba, quería volar...sus alas no la dejaban ¿Por qué?. ¿Para qué unas alas si jamás aprendería a volar? ¡¿Para qué?!...
Fue valiente creedme...al final fue valiente porque...desde la oscuridad de esa cueva, desde la gélida verdad de su insignificante vida, desde ese pozo sin fonde en el que caía y caía sin encontrar destino...aprendió a volar...
Aprendió a volar porque el frío viento de una noche la acogió entre sus brazos y para siempre volará junto a él. Esta allí, ¿La veis?. Esta allí riéndose de todos desde sus preciadas calaveras...está allí esperando que algún día...alguien, quien sea, se atreva a retar al viento.
Siempre existió ese abismo que tarde o temprano tenía que aparecer de verdad. Tenía miedo del rechazo que sabía que iba a experimentar pero consiguió vencerlo.
Venció todo porque sabía que era lo que quería, lo que amaba y lo que realmente la llenaba.
Llegado a este punto, con veintiún años no iba a cambiar y ella lo sabía. Calaveras...¡SÍ! ¡CALAVERAS HASTA EN LAS BRAGAS!. Quería gritar tan alto...necesitaba que la oyeran, que la escucharan, que le daba igual el mundo que ellos habían creado para que viviese en él, que no necesitaba esa absurda máscara de mediocridad que todo el mundo solía llevar, para sentirse verdaderamente libre.
Oía gritos y más gritos contra ella pero jamás le importó, jamás le importó cualquier tipo de insluto, cualquier rechazo o cualquier mirada desagradable ¿Y qué? ¿Y qué? ¡¿Y qué?!.
En el fondo lloraba de rabia e impotencia sabiendo que no llegaría a ser plenamente feliz jamás. No había nacido ni en el lugar ni en el momento adecuado, y continuamente, día tras día se lo hacían saber...día tras día.
Era fuerte, muy fuerte y tremendamente poderosa. Era una puta diosa entre la mediocridad del parecer sin ser y del ser pareciendo.
Lloraba y reía al unísono, primero de rabia y tristeza por su suerte y segundo...por la siempre anestesiante ingeniuidad del resto.
No había momento del día en el que no se preguntase que por qué ella y que por qué allí pero en el fondo...había pequeños resquicios...pequeñas sonrisas que siempre le hacían darse cuenta de que amaba a muy pocos, pero, que a esos pocos, los amaba con locura y mataría por ellos. Siempre, por siempre.
¿Por qué seguía llorando? ¿Qué era lo que realmente añoraba de verdad? ¿Era amor?...No, jamás añoró el amor...jamás hasta el punto de enloquecer por él, hasta el punto de no saber respirar un aire impuro que poco a poco todos le quitaban...
¿Era una familia de verdad? ¿Una familia unida mucho más allá de las depresiones, los daños y los gritos? ¿Añoraba quizá a los niños?...Llegó un punto en el que dejó de preguntarse pues jamás se podría contestar...
Todas las respuestas llevaban a un punto, que ella misma creía erróneo. A ese punto de odio haia ella misma, a ese punto de no mirarse a un espejo por ese miedo atroz de dejar de ser quien era...ese miedo a la soledad que traería consigo una decisión final. Se odiaba tanto que, el propio odio la amaba con locura.
Escuchaba día a día ese violín que chirriaba demasiado en sus oídos y que poco a poco ensordecía su propio silencio.
No aguantaba ese asqueroso amanecer que siempre llega tras la noche, ese duerme-vela continúo de un alma que nunca aprendió a soñar, que siempre quiso pero que jamás la enseñó nadie.
Odiaba los sueños, odiaba ese mundo hipnótico mezcla de fantasía y abstracción que tanto daño le hizo antaño...No podía soportar dormir, no podía aguantarlo.
La habitación, tan sumida en la penumbra arremetía pared por pared contra ella...y no podía escapar...jamás escaparía...lo sabía.
Sabía que terminaría por dejar atrás todo lo que había creido, no había conseguido jamás nada de lo que quería y se empezaba a concienciar de que todo estaba contra ella.
Veía su final, sabía cual era pero en el fondo...era una cobarde...una jodida cobarde que se mentía para disfrazar su realidad pero que siempre dejaba salir la verdad desde la más oscura cueva.
No aguantaba, quería volar...sus alas no la dejaban ¿Por qué?. ¿Para qué unas alas si jamás aprendería a volar? ¡¿Para qué?!...
Fue valiente creedme...al final fue valiente porque...desde la oscuridad de esa cueva, desde la gélida verdad de su insignificante vida, desde ese pozo sin fonde en el que caía y caía sin encontrar destino...aprendió a volar...
Aprendió a volar porque el frío viento de una noche la acogió entre sus brazos y para siempre volará junto a él. Esta allí, ¿La veis?. Esta allí riéndose de todos desde sus preciadas calaveras...está allí esperando que algún día...alguien, quien sea, se atreva a retar al viento.
POEMA INACABADO
Cuán solitaria la noche,
cuán triste y desamparada...
¿por qué ya no hay estrellas,
y mi cara está empapada...?.
Distancia oscura de un abismo,
que no me deja volar,
caricias perdidas por siempre,
en las profundidades del mar...
Aún escucho tus pisadas,
alejándose de mí,
cerré un instante los ojos,
y al abrirlos...te perdí...
cuán triste y desamparada...
¿por qué ya no hay estrellas,
y mi cara está empapada...?.
Distancia oscura de un abismo,
que no me deja volar,
caricias perdidas por siempre,
en las profundidades del mar...
Aún escucho tus pisadas,
alejándose de mí,
cerré un instante los ojos,
y al abrirlos...te perdí...
TIERRAS
Bueno como muchos ya sabéis, llevo más de cinco años escribiendo un libro. Aún no ha visto la luz, pero espero que...dentro de no mucho lo haga, así que os invito a "intuir" parte de él.
"Aquellas colinas aún se veían lejanas.
Seguiría caminando hasta encontrarla."
*Los caminos,largos y a cada paso más angostos,se perdían en el horizonte.
Los inmensos bosques,bailaban al compás del suave viento que susurraba en cada esquina sus engaños y mentiras.Animaba con picardía a su negra capa a danzar junto a los abedules,encinas y pinos que lideraban la gran fiesta.
Ya conocía aquellas tierras.Camino a Súän las había dejado bajo las herraduras de su caballo.Más solo el destino fue quien,tiempo atrás,le había hecho caer allí.Maldita fue la hora en la que decidió levantarse.
Cerró los ojos.El azul del cielo se convirtió en negra oscuridad.
Sus resecos labios dibujaron una imperceptible sonrisa...
"Aquellas colinas aún se veían lejanas.
Seguiría caminando hasta encontrarla."
*Los caminos,largos y a cada paso más angostos,se perdían en el horizonte.
Los inmensos bosques,bailaban al compás del suave viento que susurraba en cada esquina sus engaños y mentiras.Animaba con picardía a su negra capa a danzar junto a los abedules,encinas y pinos que lideraban la gran fiesta.
Ya conocía aquellas tierras.Camino a Súän las había dejado bajo las herraduras de su caballo.Más solo el destino fue quien,tiempo atrás,le había hecho caer allí.Maldita fue la hora en la que decidió levantarse.
Cerró los ojos.El azul del cielo se convirtió en negra oscuridad.
Sus resecos labios dibujaron una imperceptible sonrisa...
VOLANDO SIN ALAS
Hay veces que me detengo a pensar en todo lo que pasa a mi alrededor, veces en las que valoro el tiempo y las circunstancias, y en las que digo ¿Ha de ser todo así?.
Me detengo en instantes de la vida que pasan poco a poco por delante mía y que jamás me acerco a ellos, ideo una "ideología distinta", la mía, y al final me termino preguntando ¿Pero tú crees que es posible?. Ultimamente mi cabeza se mueve en otras ondas, otras formas de pensar que me condenan al Infierno. Empiezo a odiar a la gente hasta extremos irracionales, y cada vez aguanto menos las palabras y palabras que escupen algunos seres.
Mi círculo cada vez se ciñe más a un ideal de persona que jamás se acerca a mi vida cotidiana. Un tipo de persona que sepa escuchar, que no se crea más de lo que es, que no sea un/una gilipollas de la vida y...joder!...no sé como lo haré pero lo único que veo a mi alrededor son necios gilipollas.
Intento buscar gente que aporte algo a la vida, que no se quede mirando el mundo, si no que se empuje a avanzar día a día superando retos y más retos hasta llegar a la felicidad máxima...pero ¿Eso existe?...¿Resulta que ahora la gilipollas necia soy yo?. Jaja...que vueltas da la vida...
Realmente me doy cuenta de que esta locura arranca mis entrañas y me transporta a otro mundo, a mi mundo, mis letras, mi música...mi pintura...mis oportunidades perdidas...mi falta de entusiasmo sabiendo que hago algo que no quiero hacer y que, día tras día el reloj cambia de hora como yo cambio lágrimas por sonrisas, pero...en fín...como "gilipollas" que soy, en un mundo de gilipollas...seguiré el mismo camino que hasta ahora. Porque, en realidad, ¿A quién le importa?.
miércoles, 4 de marzo de 2009
INACABADA LIBERTAD
Hay veces que crees que no puedes más, hay veces que crees que cada paso es imposible de dar, hay veces que tu mente se nubla y se derrumba tu alma. Para esos momentos, para esos instantes, estas letras.
Busca anhelada soledad,
y descubre bajo la mordaz arena,
senderos de eternidad,
sueños rotos bajo la luna llena.
Siente anhelada pleitesía,
y brota en espinas tu rosal,
dejate inundar por atisbos de poesía,
no permitas que todo se vuelva vanal.
Sucumbe a que el viento libere tus sueños,
y jamás oses dejarte caer,
recuerda esos tiempos en que eramos pequeños,
los momentos en los que creiste vencer.
y descubre bajo la mordaz arena,
senderos de eternidad,
sueños rotos bajo la luna llena.
Siente anhelada pleitesía,
y brota en espinas tu rosal,
dejate inundar por atisbos de poesía,
no permitas que todo se vuelva vanal.
Sucumbe a que el viento libere tus sueños,
y jamás oses dejarte caer,
recuerda esos tiempos en que eramos pequeños,
los momentos en los que creiste vencer.
Deja que la música inunde tu mente,
sabiendo que en ella encontrarás el calor,
notas que bailan eternamente,
hilvanadas con cantos al amor.
Sueña con el día en el que todo se oculte,
espera en silencio un nuevo despertar.
En el que toda mentira se indulte,
y nadie se calle por miedo a pecar.
Ensalza tus dones y abrazate al llanto,
que el viejo fuego sea testigo de tu pesar,
que las estrellas te contemplen bajo su manto,
no tengas miedo y arranca a llorar.
sabiendo que en ella encontrarás el calor,
notas que bailan eternamente,
hilvanadas con cantos al amor.
Sueña con el día en el que todo se oculte,
espera en silencio un nuevo despertar.
En el que toda mentira se indulte,
y nadie se calle por miedo a pecar.
Ensalza tus dones y abrazate al llanto,
que el viejo fuego sea testigo de tu pesar,
que las estrellas te contemplen bajo su manto,
no tengas miedo y arranca a llorar.
DUELO DE ESPADAS
Dedicado a todos los "GRANDES ARROGANTES".
Aquellos que solo creen en su razón, y que, claro está, siempre la llevan. Para todos esos...genios que hablan más de la cuenta, que tienen la última palabra en todas las conversaciones, y que, si no es así, se quedan con remordimiento por no haber expuesto su...por supuesto...interesantísimo punto de vista.
No olvidéis, "No es más sabio el que más habla, si no el que más escucha". Amén por todos.
Hiriente............................. Hiriente daga del destino, hiriente fuego del ayer, hiriente miedo contenido, hiriente miedo que mecer...
Hiriente luz de la mañana, que la sombra proyectó,
del caballero sin alma, que tiempo atrás, os retó...
del caballero sin alma, que tiempo atrás, os retó...
Hiriente lucha con espadas, afiladas con placer, fuerza voraz malgastada, rogando dejarse vencer... Hiriente tarde de un destino, donde el orgullo no gana, quiebro estúpido del acero, sangre que en tierra derrama...
Hiriente llanto del vencedor, mientras contempla al vencido, gran caballero oxidado,
perdióse en el olvido...
Hiriente llanto del vencedor, mientras contempla al vencido, gran caballero oxidado,
perdióse en el olvido...
Hiriente júbilo de batalla, que el vil villano cree ganar, valor perdido por siempre, en las profundidades del mar.
Hiriente herida de muerte, que en el duelo se engendró, un suspiro decadente, que en el Hades se escondió...
Hiriente caballero en discordia, agachad vuestro semblante, y no espereis la concordia, de un pueblo delirante....
Hiriente caballero en discordia, agachad vuestro semblante, y no espereis la concordia, de un pueblo delirante....
Hiriente sea el destino, que a vos vaya a caer, pues ha ganado el vencido, por no creerse vencer.
CANCIÓN PARA UNA SIRENA
Esta es la Letra de un tema de This Mortal Coil que siempre me ha gustado mucho. La he traducido directamente para que nadie deje de sentirla.
En los océanos que flotan sin barcos,
hice todo lo que pude para sonreír,
hasta que tu cantar y tus dedos,
me dibujaron el camino hasta tu isla.
Y tú cantabas...Navega hacia mí,
navega hacia mí, deja que te envuelva.
Aquí estoy, aquí estoy...
esperando para abrazarte.
¿Soñé que soñabas conmigo?,
¿Estabas aquí cuando estaba atónito?.
Ahora mi barco de locos está virando,
roto y abandonado perdido en tus rocas...
Por tí canté...No me toques...
no me toques, vuelve mañana.
Oh mi corazón,
oh mi corazón...esconde la pena...
Estoy desconcertado como el niño recién nacido,
tengo un dilema como lo tiene la marea:
¿Debo quedarme entre tus enormes olas?,
¿O reposar con mi amada, la muerte?.
Escúchame cantar...Nada hacia mí,
Nada hacia mí, deja que te envuelva.
Aquí estoy, aquí estoy,
esperando para abrazarte.
hice todo lo que pude para sonreír,
hasta que tu cantar y tus dedos,
me dibujaron el camino hasta tu isla.
Y tú cantabas...Navega hacia mí,
navega hacia mí, deja que te envuelva.
Aquí estoy, aquí estoy...
esperando para abrazarte.
¿Soñé que soñabas conmigo?,
¿Estabas aquí cuando estaba atónito?.
Ahora mi barco de locos está virando,
roto y abandonado perdido en tus rocas...
Por tí canté...No me toques...
no me toques, vuelve mañana.
Oh mi corazón,
oh mi corazón...esconde la pena...
Estoy desconcertado como el niño recién nacido,
tengo un dilema como lo tiene la marea:
¿Debo quedarme entre tus enormes olas?,
¿O reposar con mi amada, la muerte?.
Escúchame cantar...Nada hacia mí,
Nada hacia mí, deja que te envuelva.
Aquí estoy, aquí estoy,
esperando para abrazarte.
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